La Casa de los Miradores fue un proyecto monumental de exterior trazado por Diego de Siloé en 1560.
Constituía la fachada ceremonial del edificio erigido por el Cabildo de la ciudad para presenciar los festejos que tenían lugar en la plaza de Bib-rambla, un importante espacio público rodeado por soportales y con una fuente en el centro, escenario de celebraciones litúrgicas y profanas.
El diseño se ejecutó por el cantero Juan de Asteau, discípulo suyo de Siloé; y en 1566 la reconoció, aún sin terminar, Juan de Maeda.
Constaba de tres cuerpos con cinco arcos cada uno: el inferior con pilares lisos y los dos laterales con medias columnas jónicas y corintias, sobre pedestales todas, y soportando entablamentos, todo realizado en mármol de Sierra Elvira.
El proyecto era pues un riguroso diseño clasicista, del que Siloé se vanagloria.
El incendio
Por desgracia, desapareció tras un incendio en 1879.

El edificio expresa las rigurosas exigencias bajo las que se concibe la proyectiva pública, con una metodología que definiría la arquitectura ceremonial sobre el prestigio del solo uso de los órdenes arquitectónicos. No llegó a ejecutarse un ático, con arquillos sobre pilares cuadrados, que tendría en las esquinas unos macizos donde se esculpirían las armas y divisas de la ciudad.
El esquema vitrubiano de arcos entre columnas lo había utilizado ya Diego de Siloé en otros interiores, como el patio del Colegio de los Irlandeses en Salamanca.
El último proyecto de Siloé
La casa de los Miradores fue el último proyecto de un Diego de Siloe ya anciano, el cual falleció cuando las obras estaban sólo empezadas.
La ejecución del diseño estuvo a cargo del cantero Pedro de Astiazu, discípulo del arquitecto burgalés que había trabajado bajo su dirección en las obras de la Catedral, mientras que Juan de Maeda realizó tareas de reconocimiento.
Las obras se dieron por concluidas en 1583, fecha en la que se colocó en el anexo arco de las Cucharas una inscripción. El balcón principal se añadió entre 1585 y 1587, siendo su traza de Leandro de Palencia y encargándose de fundirlo los rejeros Alonso López y Alonso Pérez, y de dorarlo el pintor y decorador Luis Carrillo.
La fachada del edificio se componía de tres pisos separados por entablamentos completos y con cinco arcos simétricos en cada uno de ellos. La serie modular de arcos se cerraba en los extremos con unos machones con dobles columnas adosadas y un estrecho intercolumnio entre ellas.
La fachada tenía una sobria bicromía por estar construida de piedra Santa Pudia, de color “blanco” según se especifica en el contrato, combinada con piedra de Elvira gris que se utilizará en las columnas y molduras.
Era sobria en su ornamentación, sobre todo si se compara con las anteriores obras de Siloe, lo que demuestra su evolución hacia una estética basada en la geometría, el ritmo y los contrastes de luces y sombra.